Francisco De Miranda
Por Antonio Rafael Deffitt Martinez
Se le conocerá en la Historia por
«El Precursor», debido a sus esforzados trabajos y luchas por realizar Ia
independencia de América. Algunos biógrafos le confundían con un hermano suyo
nacido en 1756. Hizo estudios en Caracas, en la Academia de Santa Rosa y en la
Real y Pontificia Universidad. Las divisiones de la gente blanca le amargaron
la juventud, pues su padre sostuvo litigios porque los criollos de linaje
español miraban mal a los peninsulares llegados a última hora para dedicarse a
la explotación del comercio o a los cargos públicos y su padre se dedicaba al comercio.
Sin embargo, los Miranda eran de antigua nobleza, y su apellido se encuentra
entre los más célebres de España, Portugal e Italia.
En 1771 salió el joven Miranda
para España, a continuar estudios y a servir en las milicias del Rey. En la
Corte siguió estudios de Matemáticas e Idiomas. En 1772 entró al servicio del
Rey como Capitán del Regimiento de Infantería de la Princesa. Empezó sus
servicios en guarniciones y presidios de España, y desde sus comienzos se notó
en el Capitán cierta arrogancia e independencia que le originaban incidentes
con sus superiores. Hizo su servicio en Africa y recibió su bautismo de sangre
en campaña contra los moros. Sus antepasados habían ganado blasones en lucha
con los moros, y él iba a continuar la tradición.
En Melilla, frente a las fuerzas
del Emperador de Marruecos Abdulhamid, propuso planes militares a sus jefes, y
se le reconocieron audacia y valor. Solicitó permisos para ser trasladado a
América o para ir a Prusia a aumentar sus conocimientos militares. Debido a
diferencias con sus jefes, en 1777 fue encerrado en un castillo de Cádiz, cerca
de La Carraca, donde treinta y nueve años después, tras vida gloriosa y
esforzada, habría de morir. Su primera prisión en este lugar resultaba una
siniestra profecía.
Durante su servicio en España observó
las condiciones del país y alcanzó excelentes relaciones. Se le concedió cambio
para América, se le acusó de ser dueño de libros prohibidos Y de discutir con
sus superiores. Desde entonces tuvo que hacerse sus propias defensas. Era
hombre de amoríos, pero también se preocupaba por sus libros, por todo lo que
indicase cultura, y en su biblioteca tenía variados libros franceses y textos
de música.
Empezó Miranda a formar su rica
biblioteca, su colección artística, que serían valiosísimas con el tiempo. Y también
había dado ya comienzo a su diario y a sus archivos, los mejores documentos
para su biografía. Don Juan Manuel de Cajigal fue nombrado Coronel del
Regimiento de la Princesa, y Miranda gozaba del aprecio de su nuevo superior,
que sería su amigo de siempre. Este le recomendó al Conde de O'Reilly, y
salvándose de alguna emboscada, logró al fin su traslado, en servicio, a
América.
Como «supernumerario»
del Regimiento de Aragón, salió con el contingente de
tropas españolas que condujera el Mariscal Victoriano de Navia, en 1780. En el mismo
año era Capitán efectivo, y poco después fue nombrado Ayudante de Campo de su
antiguo Coronel Cajiga!, que ya había alcanzado el generalato. Cajigal fue nombrado
Gobernador de Cuba, y Miranda pasó a La Habana con su amigo y jefe.
España y Francia estaban unidas
contra Inglaterra; fuerzas españolas fueron enviadas a reforzar a Bernardo de
Gálvez, Gobernador de Louisiana. Se desarrollaba en Norteamérica la guerra de Independencia, y Miranda, al servicio de España,
iba a tener incidental participación en los sucesos. Gálvez sitió a Pensácola,
y el Capitán Miranda tomó parte en el sitio al lado de Cajiga!. Entró en la
ciudad y fue ascendido a Teniente Coronel. Por sus influencias en Cuba, Miranda
estaba en aptitud de ayudar al Almirante francés Conde de Gross para que la
flota de Francia pudiera llegar a la bahía de Chesapeake, operación que puso al
Almirante en condiciones de contribuir a los esfuerzos que lograrían el triunfo
de Wáshington en la batalla de Yorktown.
Comisionado por Cajiga!, fue a Jamaica
para arreglar un canje de prisioneros ingleses y · españoles. Entre intrigas y
acusaciones, aun de sus mismos compañeros, Miranda cumplió su cometido con
éxito. Se le había autorizado para efectuar ciertas operaciones comerciales a
fin de disfrazar aspectos de su misión, y se le acusó de haber abusado de tal autorización.
Los cargos alcanzaban al propio Cajigal. El proceso se siguió en los Tribunales
españoles, y se necesitaron años para que se les declarase absueltos. Cajigal,
bajo las órdenes de Gálvez, debía actuar sobre las islas Bahamas. Triunfaron
los españoles sobre los ingleses, y Miranda fue enviado por su superior a Nueva
Providencia para arreglar la capitulación con el Coronel Maxwell.
Las islas quedaron en poder de España,
y Miranda dio pruebas, tanto en Bahamas como en Jamaica, de ser no sólo buen
militar, sino sagaz diplomático. En 1781 ya había comenzado a hablar
francamente de la tiránica situación que sufría Venezuela, y recibió cartas de
personajes caraqueños en que le solicitaban como jefe para dirigir la independencia
de la provincia. Juan Vicente Bolívar, Martín Tovar y el Marqués de M ijares
firmaban ese llamamiento. Sus ideas liberadoras del Continente, las intrigas de
Oficiales españoles que le miraban con envidia y la real orden de prisión que
llegó de Madrid contra él, pues no fueron aprobadas algunas de sus actuaciones
en Jamaica y Bahamas, entibiaron sus lazos de unión con España.
En 1782 fue enviado prisionero
a La Habana, pero logró su libertad gracias a los buenos oficios de Cajigal.
Preparó su viaje a Europa por la vía de Norteamérica para no ser víctima de sus
rivales y superiores en el Ejército español. Quería ampliar su cultura. Cajigal
le ayudó en la solicitud de los permisos; pero debía andar con cautela, pues el
venezolano era casi un prófugo y no se había cumplido la orden de reducirle a
prisión por la simpatía que inspiraba a su jefe. Miranda había dejado buenas
amistades entre los ingleses, cuando el triunfo en Bahamas, por su magnanimidad.
Y con cartas de presentación de Cajigal, entre las cuales había una para Washington, que estaba en White Plains, Miranda inició independientemente sus fecundos viajes. Ya en La Habana se había interesado por la cultura, por el periodismo, y había ayudado con dineros y consejos a la primera Gaceta de La Habana. Sesenta y seis años de un noble y esforzado vivir se han hundido en el calabozo de las Cuatro Torres.
Los patriotas de América, que alcanzan nuevos triunfos en este año, empiezan a hacer merecida justicia al Precursor, que mientras viajaba y conspiraba se llamó señor de Meran, en Hamburgo; señor de Meirat, en Suiza; Coronel Martin de Maryland, en Roma; Coronel Mirandow, en Rusia; M. de Meroff, en la República botava; Monsieur de Meroud, en Francia; Míster Martin, en Inglaterra y Estados Unidos; Gabriel Eduardo Lerroux d'Helander, en una fuga de París; «Don Pancho», « Un Peruano» , «Un Americano» o «Eleuteriatikos», en sus salidas a las columnas de la Prensa, y José Amindra, juego con las letras de su apellido cuando intentaba evadirse de su prisión.
A su muerte quedaron en Londres sus hijos Leandro y Francisco, nacidos en 1803 y 1806 de su matrimonio con Sarah Andrews. Esta moriría en 1850. Leandro viajó por Europa y América, fundó un periódico bilingüe en Venezuela, casó en Ciudad Bolívar y fundó la primera institución bancaria en Caracas. Murió en París en 1866, dejando descendientes de su matrimonio con Teresa Dalla Costa Soublette. Francisco sirvió bajo las órdenes del Libertador, y en el primer duelo que ocurrió en Colombia, mató en Bogotá al Cónsul holandés. Murió en 1831, después de la batalla de Cerinza, ejecutado, víctima de las controversias políticas y militares.
La rica biblioteca de Miranda fue sacada a pública subasta, para pagar sus deudas. Gran parte de ella había sido dada en fianza por el Precursor para obtener recursos para su expedición libertadora. Sus archivos, en 63 volúmenes originales, salvados en 1812 en un buque inglés, permanecieron en Inglaterra, en la casa de Lord. Bathurst, hasta que fueron comprados por el Gobierno de Venezuela, y se han publicado en 24 volúmenes, terminándose de imprimir en el año 1950, bicentenario del nacimiento de Miranda, bajo la dirección de la Academia de la Historia, de Caracas.
Los 63 volúmenes originales se conservan en los archivos de esta Institución. Constituyen la más rica colección de documentos, diarios y cartas, no sólo para estudiar la prodigiosa vida de Miranda y sus esfuerzos por la independencia de América, sino para seguir la historia del mundo en un lapso de más de cuarenta años. Estos archivos mirandinos revelan al grande hombre como arquetipo de humanidad. No sólo es el guerrero de libertades: es el diplomático, el político, el intelectual. Es el enciclopedista de América, el civilizador. Sociedades científicas y literarias le honraron en Europa. Su nombre está inscrito en el Arco de Triunfo, en París, como uno de los Generales de Francia Revolucionaria. En el campo de Valmy, en Francia, se le ha levantado una estatua.
En el Panteón Nacional de Caracas está su cenotafio vacío, pues sus
cenizas se perdieron en el cementerio de La Carraca. Con motivo del
bicentenario de su nacimiento, en 1950, el mundo occidental rindió homenaje al
Gran Precursor, maestro de libertadores, sudamericano de proyección universal. Las calumnias volaron
sobre su vida y aun sobre su tumba; pero ya el mundo ha empezado a comprender
su gran figura histórica, iluminada siempre por el riesgo y la tragedia.
Quijote injertado en Don Juan le cantó el poeta. Fue el hombre-idea, cuya siembra
debería ser cosechada por el hombre-acción, Simón Bolívar. Napoleón dijo de él
que llevaba el fuego sagrado en el pecho. El poeta le nombra: Francisco Miranda,
que también se llamó Libertad.
Archivos de Miranda, publicaciones de la Academia Nacional de la Historia.
Vida de Miranda, por D. Ricardo Becerra.
Miranda en la Revolution francaise, por C. Parra-Pérez.
Aventura y tragedia de Don Francisco de Miranda, por José Nucete Sardi.
Miranda et Madame de Custine, por C. Parra-Pérez.
Canto a Venezuela, por J.T. Arreaza Calatrava.
Abigarrado: Que tiene variados colores. Cenotafio: Monumento funerario vacío.
