Francisco De Miranda


Caracas    *28.03.1750 +14.07.1816


Por Antonio Rafael Deffitt Martinez

Sebastián Francisco de Miranda, quien más tarde va a conocerse por Francisco de Miranda o Francisco Miranda simplemente, nació en Caracas el 28 de marzo de 1750, y es el hijo mayor del matrimonio de Don Sebastián de Miranda y Ravelo, oriundo del Valle de la Orotava, en Canarias, y Doña Francisca Antonia Rodríguez Espinosa, «de familia domiciliada en Caracas por varias generaciones» . De esta rama es Francisco, el primer Miranda nacido en Venezuela.

Se le conocerá en la Historia por «El Precursor», debido a sus esforzados trabajos y luchas por realizar Ia independencia de América. Algunos biógrafos le confundían con un hermano suyo nacido en 1756. Hizo estudios en Caracas, en la Academia de Santa Rosa y en la Real y Pontificia Universidad. Las divisiones de la gente blanca le amargaron la juventud, pues su padre sostuvo litigios porque los criollos de linaje español miraban mal a los peninsulares llegados a última hora para dedicarse a la explotación del comercio o a los cargos públicos y su padre se dedicaba al comercio. Sin embargo, los Miranda eran de antigua nobleza, y su apellido se encuentra entre los más célebres de España, Portugal e Italia.

En 1771 salió el joven Miranda para España, a continuar estudios y a servir en las milicias del Rey. En la Corte siguió estudios de Matemáticas e Idiomas. En 1772 entró al servicio del Rey como Capitán del Regimiento de Infantería de la Princesa. Empezó sus servicios en guarniciones y presidios de España, y desde sus comienzos se notó en el Capitán cierta arrogancia e independencia que le originaban incidentes con sus superiores. Hizo su servicio en Africa y recibió su bautismo de sangre en campaña contra los moros. Sus antepasados habían ganado blasones en lucha con los moros, y él iba a continuar la tradición.

En Melilla, frente a las fuerzas del Emperador de Marruecos Abdulhamid, propuso planes militares a sus jefes, y se le reconocieron audacia y valor. Solicitó permisos para ser trasladado a América o para ir a Prusia a aumentar sus conocimientos militares. Debido a diferencias con sus jefes, en 1777 fue encerrado en un castillo de Cádiz, cerca de La Carraca, donde treinta y nueve años después, tras vida gloriosa y esforzada, habría de morir. Su primera prisión en este lugar resultaba una siniestra profecía.

Durante su servicio en España observó las condiciones del país y alcanzó excelentes relaciones. Se le concedió cambio para América, se le acusó de ser dueño de libros prohibidos Y de discutir con sus superiores. Desde entonces tuvo que hacerse sus propias defensas. Era hombre de amoríos, pero también se preocupaba por sus libros, por todo lo que indicase cultura, y en su biblioteca tenía variados libros franceses y textos de música.

Empezó Miranda a formar su rica biblioteca, su colección artística, que serían valiosísimas con el tiempo. Y también había dado ya comienzo a su diario y a sus archivos, los mejores documentos para su biografía. Don Juan Manuel de Cajigal fue nombrado Coronel del Regimiento de la Princesa, y Miranda gozaba del aprecio de su nuevo superior, que sería su amigo de siempre. Este le recomendó al Conde de O'Reilly, y salvándose de alguna emboscada, logró al fin su traslado, en servicio, a América.

Como «supernumerario» del Regimiento de Aragón, salió con el contingente de tropas españolas que condujera el Mariscal Victoriano de Navia, en 1780. En el mismo año era Capitán efectivo, y poco después fue nombrado Ayudante de Campo de su antiguo Coronel Cajiga!, que ya había alcanzado el generalato. Cajigal fue nombrado Gobernador de Cuba, y Miranda pasó a La Habana con su amigo y jefe.

España y Francia estaban unidas contra Inglaterra; fuerzas españolas fueron enviadas a reforzar a Bernardo de Gálvez, Gobernador de Louisiana. Se desarrollaba en  Norteamérica la guerra de  Independencia, y Miranda, al servicio de España, iba a tener incidental participación en los sucesos. Gálvez sitió a Pensácola, y el Capitán Miranda tomó parte en el sitio al lado de Cajiga!. Entró en la ciudad y fue ascendido a Teniente Coronel. Por sus influencias en Cuba, Miranda estaba en aptitud de ayudar al Almirante francés Conde de Gross para que la flota de Francia pudiera llegar a la bahía de Chesapeake, operación que puso al Almirante en condiciones de contribuir a los esfuerzos que lograrían el triunfo de Wáshington en la batalla de Yorktown.

Comisionado por Cajiga!, fue a Jamaica para arreglar un canje de prisioneros ingleses y · españoles. Entre intrigas y acusaciones, aun de sus mismos compañeros, Miranda cumplió su cometido con éxito. Se le había autorizado para efectuar ciertas operaciones comerciales a fin de disfrazar aspectos de su misión, y se le acusó de haber abusado de tal autorización. Los cargos alcanzaban al propio Cajigal. El proceso se siguió en los Tribunales españoles, y se necesitaron años para que se les declarase absueltos. Cajigal, bajo las órdenes de Gálvez, debía actuar sobre las islas Bahamas. Triunfaron los españoles sobre los ingleses, y Miranda fue enviado por su superior a Nueva Providencia para arreglar la capitulación con el Coronel Maxwell.

Las islas quedaron en poder de España, y Miranda dio pruebas, tanto en Bahamas como en Jamaica, de ser no sólo buen militar, sino sagaz diplomático. En 1781 ya había comenzado a hablar francamente de la tiránica situación que sufría Venezuela, y recibió cartas de personajes caraqueños en que le solicitaban como jefe para dirigir la independencia de la provincia. Juan Vicente Bolívar, Martín Tovar y el Marqués de M ijares firmaban ese llamamiento. Sus ideas liberadoras del Continente, las intrigas de Oficiales españoles que le miraban con envidia y la real orden de prisión que llegó de Madrid contra él, pues no fueron aprobadas algunas de sus actuaciones en Jamaica y Bahamas, entibiaron sus lazos de unión con España.

En 1782 fue enviado prisionero a La Habana, pero logró su libertad gracias a los buenos oficios de Cajigal. Preparó su viaje a Europa por la vía de Norteamérica para no ser víctima de sus rivales y superiores en el Ejército español. Quería ampliar su cultura. Cajigal le ayudó en la solicitud de los permisos; pero debía andar con cautela, pues el venezolano era casi un prófugo y no se había cumplido la orden de reducirle a prisión por la simpatía que inspiraba a su jefe. Miranda había dejado buenas amistades entre los ingleses, cuando el triunfo en Bahamas, por su magnanimidad.

Y con cartas de presentación de Cajigal, entre las cuales había una para Washington, que estaba en White Plains, Miranda inició independientemente sus fecundos viajes. Ya en La Habana se había interesado por la cultura, por el periodismo, y había ayudado con dineros y consejos a la primera Gaceta de La Habana. Sesenta y seis años de un noble y esforzado vivir se han hundido en el calabozo de las Cuatro Torres. 

Los patriotas de América, que alcanzan nuevos triunfos en este año, empiezan a hacer merecida justicia al Precursor, que mientras viajaba y conspiraba se llamó señor de Meran, en Hamburgo; señor de Meirat, en Suiza; Coronel Martin de Maryland, en Roma; Coronel Mirandow, en Rusia; M. de Meroff, en la República botava; Monsieur de Meroud, en Francia; Míster Martin, en Inglaterra y Estados Unidos; Gabriel Eduardo Lerroux d'Helander, en una fuga de París; «Don Pancho», « Un Peruano» , «Un Americano» o «Eleuteriatikos», en sus salidas a las columnas de la Prensa, y José Amindra, juego con las letras de su apellido cuando intentaba evadirse de su prisión. 

A su muerte quedaron en Londres sus hijos Leandro y Francisco, nacidos en 1803 y 1806 de su matrimonio con Sarah Andrews. Esta moriría en 1850. Leandro viajó por Europa y América, fundó un periódico bilingüe en Venezuela, casó en Ciudad Bolívar y fundó la primera institución bancaria en Caracas. Murió en París en 1866, dejando descendientes de su matrimonio con Teresa Dalla Costa Soublette. Francisco sirvió bajo las órdenes del Libertador, y en el primer duelo que ocurrió en Colombia, mató en Bogotá al Cónsul holandés. Murió en 1831, después de la batalla de Cerinza, ejecutado, víctima de las controversias políticas y militares. 

La rica biblioteca de Miranda fue sacada a pública subasta, para pagar sus deudas. Gran parte de ella había sido dada en fianza por el Precursor para obtener recursos para su expedición libertadora. Sus archivos, en 63 volúmenes originales, salvados en 1812 en un buque inglés, permanecieron en Inglaterra, en la casa de Lord. Bathurst, hasta que fueron comprados por el Gobierno de Venezuela, y se han publicado en 24 volúmenes, terminándose de imprimir en el año 1950, bicentenario del nacimiento de Miranda, bajo la dirección de la Academia de la Historia, de Caracas. 

Los 63 volúmenes originales se conservan en los archivos de esta Institución. Constituyen la más rica colección de documentos, diarios y cartas, no sólo para estudiar la prodigiosa vida de Miranda y sus esfuerzos por la independencia de América, sino para seguir la historia del mundo en un lapso de más de cuarenta años. Estos archivos mirandinos revelan al grande hombre como arquetipo de humanidad. No sólo es el guerrero de libertades: es el diplomático, el político, el intelectual. Es el enciclopedista de América, el civilizador. Sociedades científicas y literarias le honraron en Europa. Su nombre está inscrito en el Arco de Triunfo, en París, como uno de los Generales de Francia Revolucionaria. En el campo de Valmy, en Francia, se le ha levantado una estatua.

En el Panteón Nacional de Caracas está su cenotafio vacío, pues sus cenizas se perdieron en el cementerio de La Carraca. Con motivo del bicentenario de su nacimiento, en 1950, el mundo occidental rindió homenaje al Gran Precursor, maestro de libertadores, sudamericano de  proyección universal. Las calumnias volaron sobre su vida y aun sobre su tumba; pero ya el mundo ha empezado a comprender su gran figura histórica, iluminada siempre por el riesgo y la tragedia. Quijote injertado en Don Juan le cantó el poeta. Fue el hombre-idea, cuya siembra debería ser cosechada por el hombre-acción, Simón Bolívar. Napoleón dijo de él que llevaba el fuego sagrado en el pecho. El poeta le nombra: Francisco Miranda, que también se llamó Libertad. 

Tomado de:
Archivos de Miranda, publicaciones de la Academia Nacional de la Historia.
Vida de Miranda, por D. Ricardo Becerra.
Miranda en la Revolution francaise, por C. Parra-Pérez.
Aventura y tragedia de Don Francisco de Miranda, por José Nucete Sardi.
Miranda et Madame de Custine, por C. Parra-Pérez.
Canto a Venezuela, por J.T. Arreaza Calatrava.
 
 
Chesapeake: Bahía de los EEUU a orillas del Atlántico
Abigarrado: Que tiene variados colores. Cenotafio: Monumento funerario vacío.